La salud cardiovascular no solo depende de la presión arterial, el colesterol o la genética: nuestras emociones también desempeñan un papel crítico. Un reciente ensayo clínico aleatorizado ha puesto de manifiesto cómo la ira, más que otras emociones negativas como la ansiedad o la tristeza, puede perjudicar de forma aguda el funcionamiento de las células que recubren nuestros vasos sanguíneos —el endotelio—, abriendo nuevas vías para entender por qué los episodios de enojo pueden traducirse en un mayor riesgo de eventos cardíacos.
Un total de 280 adultos aparentemente sanos, sin enfermedades cardiovasculares ni factores de riesgo farmacológicos, fueron asignados al azar a una de cuatro condiciones experimentales: evocación de ira, de ansiedad, de tristeza o un grupo control neutral. Cada participante realizó durante ocho minutos una tarea diseñada para reactivar un recuerdo emocionalmente intenso—por ejemplo, pensar y contar un evento que le enfureciera profundamente—o, en el caso de la condición neutral, una actividad sin carga afectiva. Las evaluaciones de la salud endotelial se realizaron justo antes de la inducción emocional y 40 minutos después.
Para valorar la función de las células endoteliales se midió la vasodilatación dependiente del endotelio, es decir, la capacidad de los vasos para expandirse tras un estímulo (índice de hiperemia reactiva, RHI). También se cuantificaron micropartículas circulantes derivadas de células endoteliales (marcadores de lesión) y células progenitoras endoteliales (indicadores de capacidad reparadora).
El hallazgo más contundente fue que, en comparación con la condición neutral, los participantes en quienes se provocó ira mostraron una disminución significativa en el RHI tras 40 minutos (cambio medio ± DE: 0,20 ± 0,67 vs. 0,50 ± 0,60; P = 0,007). Este descenso refleja un empeoramiento agudo de la capacidad vasodilatadora, un primer indicio de disfunción endotelial que, si se repite con frecuencia, podría favorecer el desarrollo de placas ateroscleróticas y trombosis.
Por el contrario, ni la ansiedad ni la tristeza inducidas alteraron de modo estadísticamente significativo el RHI frente a la condición neutral (P = 0,054 y P = 0,160, respectivamente), aunque en el caso de la ansiedad se observó una tendencia al deterioro que rozó la significación.
Sorprendentemente, ni la ira, ni la ansiedad ni la tristeza provocadas modificaron de manera consistente los niveles de micropartículas endoteliales ni de células progenitoras circulantes. Esto sugiere que, en un episodio breve, el daño reside principalmente en la función (vasodilatación) y no desemboca en lesión o en alteración de los mecanismos de reparación en el corto plazo.
Aunque este estudio no profundiza en las vías moleculares, investigaciones previas apuntan a varios candidatos:
Implicaciones y próximos pasos
Estos resultados refuerzan la idea de que no todas las emociones negativas son iguales desde el punto de vista cardiovascular. Mientras que la ansiedad y la tristeza pueden afectar la salud mental y tener impactos crónicos, es la ira la que dispara más abruptamente los mecanismos que merman la función vascular. Futuras investigaciones deberán:
La breve provocación de ira—un evento cotidiano en la vida moderna—puede traducirse en un deterioro inmediato de la capacidad vasodilatadora del endotelio. Al entender mejor este vínculo, estaremos en condiciones de desarrollar estrategias preventivas y terapéuticas más precisas, reconociendo que, en el amplio arsenal de las “emociones negativas”, la ira podría ser el blanco prioritario para proteger nuestra salud cardiovascular.
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SaludReferencia: Shimbo, D., Cohen, M. T., McGoldrick, M., Ensari, I., Diaz, K. M., Fu, J., Duran, A. T., Zhao, S., Suls, J. M., Burg, M. M., & Chaplin, W. F. (2024). Translational research of the acute effects of negative emotions on vascular endothelial health: Findings from a randomized controlled study. Journal of the American Heart Association, 13(9), e032698. https://doi.org/10.1161/JAHA.123.032698