En un contexto en el que la salud mental de los adolescentes se encuentra en el centro del debate público, surge la pregunta: ¿realmente pueden las restricciones al uso de teléfonos móviles en las escuelas mejorar el bienestar y el rendimiento académico de los jóvenes? Un reciente estudio, denominado SMART Schools, pone sobre la mesa esta cuestión, examinando de forma rigurosa el impacto de las políticas escolares sobre el uso del teléfono y, en última instancia, sobre la salud mental de los estudiantes.
Las cifras no mienten. En el Reino Unido, las tasas de posibles trastornos mentales —principalmente ansiedad y depresión— en niños y adolescentes han experimentado un notable aumento, pasando del 12,5 % en 2017 al 20,3 % en 2023. Este incremento ha encendido las alarmas no solo entre profesionales de la salud, sino también entre educadores y legisladores, que buscan estrategias para mitigar este preocupante panorama.
Paralelamente, la revolución digital ha transformado la vida de los jóvenes. Estudios recientes indican que los adolescentes del Reino Unido dedican en promedio 4 horas diarias a sus teléfonos inteligentes y hasta 5 horas a las redes sociales. Este uso intensivo ha sido vinculado con alteraciones en el sueño, una reducción en la actividad física y, en algunos casos, un menor rendimiento académico. Frente a esta realidad, numerosos países han implementado políticas que restringen el uso del móvil en las aulas, esperando que esta medida contribuya a mejorar tanto el bienestar emocional como el desempeño escolar.
El estudio SMART Schools se diseñó precisamente para evaluar si estas políticas tienen un impacto real en el día a día de los adolescentes. La investigación se llevó a cabo en 30 escuelas secundarias inglesas, dividiéndolas en dos grupos:
Se reclutaron 1227 estudiantes, con edades comprendidas entre los 12 y los 15 años, y se evaluó su bienestar mental a través de la Escala de Bienestar Mental de Warwick-Edimburgo (WEMWBS), una herramienta reconocida para medir aspectos relacionados con la salud emocional y la resiliencia.
Además, el estudio analizó de forma detallada el tiempo que los adolescentes pasaban utilizando sus teléfonos inteligentes y navegando en redes sociales, tanto durante el horario escolar como fuera de él.
Los resultados del estudio son reveladores y, en algunos aspectos, contrarios a las expectativas populares. Aunque las escuelas con políticas restrictivas lograron, sin duda, reducir el tiempo de uso del teléfono durante el horario escolar —con una diferencia ajustada de aproximadamente 0,67 horas menos en el uso del teléfono y 0,54 horas menos en el uso de redes sociales en comparación con las escuelas permisivas—, estas diferencias no se reflejaron en el bienestar general de los estudiantes.
La puntuación media en la escala WEMWBS fue de 47, sin evidenciar diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos. En otras palabras, la restricción del uso de teléfonos en el entorno escolar no se tradujo en una mejora global del bienestar mental de los adolescentes.
Además, al comparar el uso total de dispositivos en días laborables y fines de semana, no se encontraron diferencias significativas entre los estudiantes de escuelas restrictivas y permisivas. Esto sugiere que, si bien los jóvenes pueden reducir el uso del móvil durante la jornada escolar, compensan esta restricción dedicando más tiempo a estos dispositivos fuera del entorno educativo.
La clave del asunto podría radicar en la complejidad del comportamiento digital de los adolescentes. El estudio evidencia que el tiempo de uso del teléfono dentro y fuera del aula está positivamente correlacionado; es decir, aquellos que limitan su uso en la escuela tienden a mantener hábitos similares en su tiempo libre.
Esta constatación invita a reflexionar sobre la efectividad de las políticas escolares en su forma actual. Las restricciones aplicadas únicamente durante la jornada escolar parecen ser insuficientes para modificar el comportamiento general de los adolescentes respecto al uso de sus teléfonos y redes sociales. Consecuentemente, los beneficios esperados —como mejoras en la salud mental, mayor actividad física, mejor sueño y un rendimiento académico superior— no se materializan de manera significativa.
Además, es importante destacar que la relación entre el uso del móvil y la salud mental puede ser compleja y multifactorial. La evidencia emergente sugiere que, aunque un uso moderado (por ejemplo, menos de 2 horas diarias) puede tener ciertos beneficios, el uso excesivo (más de 2 horas diarias) se asocia consistentemente con niveles más altos de ansiedad, depresión y otros indicadores negativos de bienestar.
Ante estos hallazgos, los investigadores del estudio SMART Schools concluyen que las políticas restrictivas actuales requieren una revisión profunda y un mayor desarrollo. En lugar de enfocarse exclusivamente en prohibir el uso del teléfono durante la jornada escolar, se hace necesario adoptar estrategias que aborden el comportamiento digital de los adolescentes de forma holística.
Este enfoque no necesariamente excluye las políticas de restricción en el entorno escolar, sino que las contextualiza dentro de una estrategia global para mejorar la salud y el bienestar de los jóvenes.
El estudio SMART Schools nos ofrece una mirada crítica y fundamentada sobre la efectividad de las políticas escolares que prohíben el uso del teléfono móvil durante el horario lectivo. Los datos indican que, a pesar de lograr una reducción en el uso del dispositivo dentro del aula, estas medidas no repercuten significativamente en el bienestar mental ni en otros comportamientos asociados, como la actividad física, el sueño o el rendimiento académico.
Este hallazgo es especialmente relevante en un momento en el que la digitalización de la vida cotidiana de los adolescentes continúa acelerándose. Los educadores, padres y responsables políticos deben considerar que la solución no reside únicamente en prohibir o restringir, sino en fomentar un uso equilibrado y consciente de la tecnología.
Mientras el debate sobre el impacto de la tecnología en la salud mental juvenil sigue abierto, investigaciones como esta nos recuerdan la importancia de desarrollar estrategias integrales y adaptadas a la complejidad del comportamiento adolescente en la era digital. El camino a seguir probablemente no estará pavimentado por medidas aisladas, sino por intervenciones coordinadas que consideren todos los aspectos del estilo de vida juvenil.
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Referencia: Goodyear, V. A., Randhawa, A., Adab, P., Al-Janabi, H., Fenton, S., Jones, K., Michail, M., Morrison, B., Patterson, P., Quinlan, J., Sitch, A., Twardochleb, R., Wade, M., & Pallan, M. (2025). School phone policies and their association with mental wellbeing, phone use, and social media use (SMART Schools): a cross-sectional observational study. The Lancet Regional Health. Europe, 101211, 101211. https://doi.org/10.1016/j.lanepe.2025.101211