Una amenaza invisible, hasta ahora ignorada, se abre paso en las arterias humanas: los microplásticos y nanoplásticos (MNP). Según un nuevo estudio observacional y multicéntrico, publicado recientemente y registrado en ClinicalTrials.gov (NCT05900947), la presencia de estas diminutas partículas en la placa de las arterias carótidas se asocia con un riesgo significativamente mayor de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o muerte por cualquier causa.
El hallazgo marca un antes y un después en la comprensión de cómo la contaminación plástica, omnipresente en nuestro entorno, podría estar influyendo silenciosamente en la salud cardiovascular humana.
Un equipo de científicos analizó muestras de placa carotídea extirpadas quirúrgicamente de 304 pacientes con estenosis carotídea asintomática. Utilizando técnicas avanzadas como pirólisis-cromatografía de gases-espectrometría de masas, análisis de isótopos estables y microscopía electrónica, se detectó polietileno —el plástico más común en envases y productos cotidianos— en las arterias del 58,4% de los pacientes, con una concentración media de 21,7 µg por miligramo de placa. Además, un 12,1% presentaba cloruro de polivinilo, otro plástico ampliamente utilizado.
Pero lo más inquietante fue la correlación estadística: los pacientes con presencia de MNP en sus placas presentaron un riesgo 4,5 veces mayor de sufrir un evento cardiovascular grave o fallecer durante un seguimiento medio de casi tres años. Las imágenes microscópicas revelaron partículas diminutas, con bordes irregulares, integradas entre macrófagos y dispersas en restos extracelulares, algunas con trazas de cloro, lo que sugiere su origen sintético.
Estudios anteriores ya habían documentado la presencia de MNP en órganos humanos como los pulmones, hígado, placenta y hasta en la leche materna, sangre y orina. Estas partículas pueden entrar al organismo por inhalación, ingestión o contacto dérmico, a través de alimentos contaminados, agua potable o aire cargado con polvo plástico fino (PM2.5).
El presente estudio aporta por primera vez evidencia directa de su acumulación en placas ateroscleróticas humanas, lo que refuerza las hipótesis surgidas de experimentos preclínicos: que los MNP pueden inducir estrés oxidativo, inflamación y disfunción endotelial, todos mecanismos conocidos de daño cardiovascular.
Con la producción mundial de plásticos proyectada a duplicarse para 2050, el potencial impacto sanitario de estas partículas va más allá del medio ambiente. Este estudio, financiado por el Programa de Investigación Científica de Relevantes Intereses Nacionales, pone de manifiesto un nuevo e inquietante camino de exposición y daño que podría estar pasando desapercibido entre los factores de riesgo tradicionales.
Aunque no prueba una relación causal directa, sí apunta a una asociación preocupante: los pacientes con MNP en sus arterias presentan más eventos cardiovasculares graves. Como señaló el equipo investigador, incluso si los niveles detectados son mucho más bajos que los utilizados en estudios con animales, su presencia en el tejido humano aterosclerótico plantea serias preguntas sobre su papel como cofactores silenciosos de enfermedad.
Los autores del estudio son claros en sus advertencias: los resultados no son generalizables a toda la población, ya que se centraron en pacientes sometidos a cirugía carotídea. Además, no se pudieron descartar todas las fuentes de contaminación durante el análisis de laboratorio, ni se tuvieron en cuenta factores como niveles de exposición a PM10 o condiciones socioeconómicas.
Tampoco fue posible determinar por qué, entre 11 tipos de plástico analizados, solo se detectaron polietileno y cloruro de polivinilo. Esto podría deberse a sus propiedades físicoquímicas que facilitan su transporte y acumulación en tejidos humanos. Aun así, el hallazgo invita con urgencia a realizar nuevos estudios en poblaciones más amplias y diversas.
Los microplásticos y nanoplásticos están en todos lados: desde el aire que respiramos hasta el agua que bebemos. El polietileno, por ejemplo, es omnipresente en envases de alimentos, cosméticos y tuberías. Su presencia en el cuerpo humano, hasta hace poco considerada anecdótica, empieza a mostrar un rostro más agresivo y clínicamente relevante.
En palabras de los investigadores, “los resultados no prueban una causalidad, pero sí un llamado de alerta”. En un contexto en que las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte a nivel global, la identificación de nuevos factores de riesgo —incluso tan inesperados como los plásticos— no puede pasarse por alto.
Para la comunidad científica, este hallazgo abre una nueva línea de investigación: entender cómo y por qué estas partículas llegan a acumularse en zonas críticas del sistema cardiovascular, y si su presencia puede evitarse o neutralizarse.
Para los responsables de salud pública, podría significar la necesidad de revisar regulaciones sobre plásticos en productos de consumo masivo. Y para los ciudadanos, la urgencia de tomar conciencia de cómo nuestras elecciones diarias contribuyen a una forma de contaminación que no solo daña el planeta, sino que puede estar enfermando nuestros propios corazones.
¿Estamos listos para enfrentar los riesgos de la era del plástico, ahora también desde la medicina cardiovascular? El tiempo —y la ciencia— darán la respuesta.
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SaludReferencia: Marfella, R., Prattichizzo, F., Sardu, C., Fulgenzi, G., Graciotti, L., Spadoni, T., D’Onofrio, N., Scisciola, L., La Grotta, R., Frigé, C., Pellegrini, V., Municinò, M., Siniscalchi, M., Spinetti, F., Vigliotti, G., Vecchione, C., Carrizzo, A., Accarino, G., Squillante, A., … Paolisso, G. (2024). Microplastics and nanoplastics in atheromas and cardiovascular events. The New England Journal of Medicine, 390(10), 900–910. https://doi.org/10.1056/NEJMoa2309822