Un mechón de cabello que reescribe la historia de los khipus inka


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Cristian Quiñones Ramirez

Durante siglos, los khipus —esos registros anudados que funcionaban como sistemas de contabilidad y memoria en el Tawantinsuyu— fueron interpretados como herramientas exclusivas de los khipukamayuqs, especialistas de élite en la administración imperial. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en Science Advances en 2025 plantea un giro inesperado: un mechón de cabello humano de más de un metro, hallado en un khipu, revela que personas comunes también participaron en su confección (Hyland et al., 2025).

Este hallazgo no solo pone en cuestión las versiones coloniales que asociaban la producción de khipus únicamente a funcionarios privilegiados, sino que también abre la posibilidad de que la alfabetización material y técnica estuviera más distribuida entre los diferentes estratos sociales del imperio inka.

¿Quién hacía los khipus? Una pregunta abierta por siglos

Las crónicas coloniales del siglo XVI señalaron que los khipus eran responsabilidad de funcionarios especializados con alta posición social. No obstante, la evidencia material disponible era escasa y dejaba muchas incógnitas sobre la verdadera dinámica de producción.

El equipo internacional liderado por Sabine Hyland (St Mary’s College, Universidad de St Andrews) abordó esta incógnita desde un ángulo novedoso: el análisis biomolecular de cabellos humanos incorporados en un khipu, una técnica que permite inferir el origen social de la persona que lo confeccionó a partir de su dieta.

Ciencia y arqueología: la metodología detrás del hallazgo

El estudio se centró en un khipu identificado como KH0631, cuyo cordón primario estaba compuesto por cabello humano. Para descifrar su procedencia social, los investigadores aplicaron análisis de isótopos estables de carbono (δ13C), nitrógeno (δ15N) y azufre (δ34S).

Estos isótopos actúan como “huellas químicas” de la dieta:

  • El carbono distingue entre plantas C3 y C4 o entre recursos marinos y terrestres.
  • El nitrógeno se asocia al consumo de proteínas animales o marinas.
  • El azufre permite identificar dietas costeras frente a terrestres.

Los valores encontrados en el cabello no correspondían a las dietas ricas en productos marinos o de prestigio típicas de las élites, sino a un patrón alimenticio característico de poblaciones comunes y rurales.

Lo que revelan los resultados

El hallazgo principal es contundente: el productor del khipu KH0631 no era un miembro de la élite inka, sino alguien con una dieta más humilde. Esto sugiere que los khipus no eran un instrumento exclusivo de las élites imperiales, sino que podían ser elaborados también por personas de condición común.

Otros datos refuerzan la importancia del estudio:

  • El khipu fue datado por radiocarbono hacia finales del siglo XV, alrededor de 1498, un periodo clave previo al contacto europeo.
  • El cordón primario estaba formado por un mechón de cabello de aproximadamente 104 cm de longitud, lo que apunta a una práctica deliberada y cargada de simbolismo, más que a un uso accidental.

La investigación también abre un abanico de interpretaciones alternativas: el cabello pudo pertenecer a un familiar o asistente de un especialista de élite, o bien podría indicar que existieron khipus de uso local elaborados por artesanos no institucionales.

Implicaciones para la historia y la cultura

Más allá de la arqueología, el estudio tiene un impacto directo en la forma en que se narran las historias del pasado andino. Si los khipus fueron producidos también por sectores populares, entonces la gestión de la información en el Imperio Inka era más democrática y descentralizada de lo que se pensaba.

Este descubrimiento puede transformar la manera en que los museos presentan los khipus, incorporando la diversidad de actores sociales involucrados. Asimismo, invita a replantear programas educativos que hasta ahora mostraban una visión centralizada y elitista de la administración inka.

Los investigadores recomiendan ampliar la muestra de khipus analizados, aplicar metodologías isotópicas en otros contextos arqueológicos y profundizar en la combinación de análisis químicos, textiles e históricos para construir un panorama más robusto.

Conclusión: un pasado más plural y humano

El mechón de cabello incrustado en un khipu no solo es un dato arqueológico, sino una ventana hacia un Imperio Inka más plural, donde la producción de conocimiento no estaba reservada únicamente a las élites.

Este hallazgo resalta la importancia de los enfoques interdisciplinarios en arqueología y plantea la necesidad de revisar los relatos históricos para dar voz también a los actores invisibilizados del pasado.

La próxima vez que visitemos un museo y contemplemos un khipu, quizá ya no lo veamos solo como un sofisticado artefacto administrativo de élite, sino como un testimonio de la participación colectiva en la construcción del Tawantinsuyu.


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Historia

Referencia: Hyland, S., Lee, K., Koon, H., Laukkanen, S., & Spindler, L. (2025). Stable isotope evidence for the participation of commoners in Inka khipu production. Science Advances. https://doi.org/10.1126/sciadv.adv1950

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