Evaluación del ciclo de vida: una herramienta clave para planificar sistemas alimentarios sostenibles a nivel local


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Bolivian farmer in her quinoa field
Bolivian farmer in her quinoa field
Bioversity International

Redacción HC

La urgencia de transformar nuestros sistemas alimentarios hacia modelos más sostenibles es hoy ineludible. Municipios y regiones enfrentan el reto de garantizar acceso a alimentos saludables mientras reducen impactos ambientales como la huella de carbono, el uso intensivo del agua o la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, la planificación local suele carecer de métricas comparables y confiables para orientar decisiones.

Un reciente artículo publicado en Geography and Sustainability (Lulovicova & Bouissou, 2024) propone la evaluación del ciclo de vida (ACV) como una herramienta prospectiva que permite diseñar políticas y proyectos agrícolas con base en evidencia. Este enfoque, ampliamente utilizado en industrias globales, puede adaptarse a escalas municipales para ofrecer una visión integral de los impactos ambientales de la producción, distribución y consumo de alimentos.

¿Por qué aplicar la evaluación del ciclo de vida a nivel local?

Los autores señalan que, aunque la ACV se emplea comúnmente para analizar productos específicos en contextos nacionales o globales, su adaptación a la escala local ofrece beneficios clave. Permite comparar escenarios —como horticultura periurbana frente a cadenas de distribución largas— bajo indicadores comunes como emisiones de gases de efecto invernadero, uso del suelo o acidificación.

Esto resulta especialmente relevante para los gobiernos municipales que deben tomar decisiones sobre mercados locales, logística de distribución o programas de compras públicas. Sin métricas comunes, las políticas corren el riesgo de priorizar acciones que reducen un impacto ambiental mientras aumentan otro.

Metodología propuesta: adaptar la ACV a lo territorial

El estudio plantea una metodología que va más allá del simple inventario de insumos y emisiones. La ACV se convierte en un marco prospectivo capaz de modelar escenarios alternativos, como cambios en prácticas agrícolas, sistemas de transporte o reducción del desperdicio.

Para que sea útil en planificación local, los autores destacan tres adaptaciones principales:

  1. Definición de límites adecuados del sistema. Deben ajustarse a la escala municipal, incluyendo indicadores como biodiversidad o uso del suelo.
  2. Modularidad de los modelos. Separar producción, transporte, procesamiento y desperdicio en módulos activables según la realidad local.
  3. Análisis de incertidumbre. Dada la escasez de datos locales, es crucial incluir análisis de sensibilidad que permitan comparar escenarios aún con información incompleta.

Principales hallazgos: ventajas y limitaciones

Los resultados del estudio subrayan que la ACV, aplicada localmente, ofrece un marco sólido para la toma de decisiones:

  • Comparación de escenarios. Permite evaluar la diferencia entre sistemas agroecológicos y convencionales o entre cadenas cortas y largas de distribución.
  • Importancia de los datos locales. La inclusión de rendimientos, prácticas agrícolas y distancias reales de transporte cambia significativamente las recomendaciones.
  • Revelación de trade-offs. Una intervención puede reducir la huella de carbono pero incrementar el consumo de agua, lo que obliga a un enfoque multicriterio.
  • Soporte a políticas públicas. La ACV prospectiva ayuda a justificar incentivos a mercados locales o a planificar infraestructuras de procesamiento con base en evidencia cuantitativa.

Entre las limitaciones, los autores resaltan la falta de bases de datos locales y la dificultad de integrar servicios ecosistémicos en los modelos.

Relevancia práctica para municipios y comunidades

La propuesta es clara: la ACV puede convertirse en una herramienta de uso práctico para gestores locales y actores del sistema alimentario. Su aplicación permitiría:

  • Diseñar planes alimentarios municipales con criterios ambientales sólidos.
  • Priorizar inversiones en infraestructura de almacenamiento y transporte.
  • Evaluar políticas de compras públicas, como comedores escolares, bajo indicadores de sostenibilidad.
  • Monitorear el cumplimiento de metas locales de reducción de emisiones o desperdicio.

Para la sociedad, los beneficios se traducen en alimentos con menor huella ambiental, sistemas de abastecimiento más resilientes y políticas públicas mejor fundamentadas.

Conclusión: hacia una planificación alimentaria basada en evidencia

La evaluación del ciclo de vida, adaptada al nivel local, no solo permite medir impactos ambientales de manera más precisa, sino que también facilita la construcción de consensos entre técnicos, autoridades y comunidades.

El desafío ahora es doble: generar bases de datos locales estandarizadas y formar a técnicos municipales en el uso práctico de la ACV. Al hacerlo, los municipios estarán mejor preparados para diseñar sistemas alimentarios sostenibles que respondan tanto a los retos ambientales como a las prioridades sociales de sus poblaciones.

Llamado a la acción: Los responsables de la planificación local, investigadores y organizaciones de la sociedad civil deben impulsar la integración de la ACV en sus agendas. El futuro de la sostenibilidad alimentaria empieza en el ámbito municipal.


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Biodiversidad

Referencia: Lulovicova, A., & Bouissou, S. (2024). Life cycle assessment as a prospective tool for sustainable agriculture and food planning at a local level. Geography and Sustainability. https://doi.org/10.1016/j.geosus.2024.01.008

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