La crisis climática y sus impactos sobre la agricultura global exigen una transformación profunda en la forma en que producimos alimentos. Entre las soluciones más prometedoras se encuentra la biotecnología de cultivos, que ofrece herramientas para mejorar la diversidad genética y aumentar la resiliencia frente a eventos climáticos extremos. Sin embargo, una pregunta clave sigue sin resolverse: ¿puede esta tecnología cumplir finalmente su promesa de diversificación y sostenibilidad, o volverá a repetir los errores del pasado?
Un reciente ensayo publicado en PLOS Biology por Sarah Garland (Columbia University) y Helen Anne Curry (University of Cambridge) ofrece una mirada crítica e histórica sobre el desarrollo de la biotecnología agrícola y evalúa el potencial real de nuevas técnicas como la edición génica para diversificar cultivos y enfrentar los desafíos climáticos y nutricionales del presente.
Uno de los mayores riesgos de la agricultura industrial ha sido su dependencia de un número limitado de variedades genéticas. La catástrofe provocada por el tizón del maíz en EE.UU. en 1970, que destruyó cosechas debido a la uniformidad genética del cultivo, dejó una lección clara: la diversidad importa.
Desde entonces, la biotecnología agrícola —en especial a través de los cultivos transgénicos— ha sido presentada como una solución para ampliar la diversidad genética. Sin embargo, como destacan Garland y Curry, esa promesa no se ha cumplido. “Aunque las primeras tecnologías de ADN recombinante prometieron ampliar esta diversidad introduciendo nuevos genes, esta promesa no se ha materializado a gran escala”, advierten las autoras.
El ensayo sostiene que los cultivos transgénicos, lejos de diversificar, consolidaron la homogeneidad genética. Más del 90 % de los cultivos transgénicos actuales contienen solo dos rasgos principales: resistencia a insectos (Bt) y tolerancia a herbicidas (glifosato). Además, se insertaron casi exclusivamente en líneas élite de maíz, soja y algodón.
Esta situación no responde a fallos técnicos, sino a una compleja red de intereses económicos, restricciones regulatorias y estrategias comerciales. La concentración del mercado de semillas en pocas empresas multinacionales y los altos costos de desarrollo y aprobación regulatoria han favorecido productos diseñados para grandes escalas y altos retornos financieros, dejando de lado cultivos menores o “olvidados”.
Frente al historial limitado de los transgénicos, la edición génica, y en particular la tecnología CRISPR, representa una innovación con mayor precisión y eficiencia. Según Garland y Curry, esta técnica “ofrece mayor facilidad para modificar genes existentes o introducir alelos de parientes silvestres o variedades locales”. Esto abre la puerta no solo a mejorar cultivos básicos, sino también a domesticar rápidamente cultivos subutilizados, con alto valor nutricional o adaptabilidad regional.
Pero, como advierten las autoras, el éxito de la edición génica dependerá de superar los mismos obstáculos no técnicos que limitaron el impacto de las tecnologías anteriores. Es decir, no basta con la capacidad científica; se necesita voluntad política, reformas regulatorias y nuevos modelos de negocio que prioricen la resiliencia y la diversidad sobre la rentabilidad inmediata.
El mensaje central del ensayo es claro: sin una transformación en las estructuras que rigen la innovación agrícola, la edición génica correrá el riesgo de repetir la historia de los transgénicos. Para aprovechar realmente su potencial, es necesario:
En palabras de Garland y Curry, “el éxito técnico en el laboratorio no garantiza automáticamente un impacto positivo en la diversidad agrícola o la resiliencia climática en el campo”.
El futuro de la biotecnología agrícola dependerá menos de lo que pueda hacer en condiciones controladas, y más de si logra integrarse en un sistema agrícola diverso, equitativo y sostenible. La edición génica representa una oportunidad real para diversificar y adaptar la agricultura al cambio climático, pero solo si se acompaña de una estrategia consciente, informada y participativa que supere los errores del pasado.
Es hora de convertir la promesa en práctica, y para ello, se necesita más que innovación técnica: se requiere un compromiso político, económico y social que priorice la diversidad genética como una base de la resiliencia alimentaria.
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BiodiversidadReferencia: Garland, S., & Curry, H. A. (2022). Turning promise into practice: Crop biotechnology for increasing genetic diversity and climate resilience. PLoS Biology, 20(7), e3001716. https://doi.org/10.1371/journal.pbio.3001716