Redacción HC
01/10/2025
En un mundo que se encamina hacia los 9.7 mil millones de habitantes en 2050, la pregunta sobre qué comeremos y cómo produciremos esos alimentos se vuelve central para la humanidad. La seguridad nutricional, la sostenibilidad ambiental y la resiliencia de los sistemas alimentarios están en el centro del debate científico y político.
Un reciente artículo de revisión publicado en la revista Foods por Charis M. Galanakis (2024) ofrece un panorama integral sobre los desafíos y oportunidades que marcarán el rumbo del sector alimentario en las próximas décadas. Más que un análisis cuantitativo, se trata de una hoja de ruta que combina innovación tecnológica, políticas públicas y cambios en el consumo.
El desafío no es únicamente producir más alimentos, sino hacerlo sin agravar la crisis climática y sin deteriorar ecosistemas ya presionados. Como señala Galanakis (2024), el verdadero problema radica en mejorar la eficiencia y reducir pérdidas y desperdicios, que representan hasta un tercio de la producción global.
El futuro exige sistemas capaces de:
La digitalización e Industry 4.0 están transformando el sector agroalimentario. Herramientas como la inteligencia artificial, sensores IoT y gemelos digitales permiten predecir rendimientos, optimizar insumos y reducir costos.
Por otro lado, la biotecnología ofrece posibilidades disruptivas: desde la edición genética con CRISPR para mejorar cultivos, hasta la fermentación de precisión para crear ingredientes funcionales. Sin embargo, la aceptación pública y la regulación determinarán la velocidad de su despliegue.
La dependencia de proteínas animales de alta huella ambiental está en el centro de la discusión. El artículo destaca el potencial de:
La aceptación social será clave. “El éxito de estas alternativas dependerá de la confianza del consumidor en su seguridad y beneficios”, subraya Galanakis (2024).
Un punto central de la revisión es la bioeconomía circular. Transformar residuos alimentarios en ingredientes funcionales, nutracéuticos o bioenergía no solo reduce presión ambiental, sino que genera nuevas cadenas de valor.
Ejemplos destacados incluyen:
En este sentido, la circularidad se presenta como un “sistema digestivo” que convierte desperdicios en nutrientes reutilizables.
La transformación de los sistemas alimentarios no depende solo de la innovación tecnológica. El artículo enfatiza que las políticas deben:
La región latinoamericana, por su diversidad biológica y cultural, puede convertirse en un laboratorio de integración entre agricultura ancestral y tecnologías emergentes, especialmente en la Amazonía y los Andes.
No existe una única solución para los retos alimentarios globales. El camino pasa por combinar innovación, políticas públicas coherentes y cambios culturales que permitan producir más con menos impacto.
Como señala Galanakis (2024), la resiliencia de los sistemas alimentarios dependerá de su capacidad de adaptación: integrar prácticas regenerativas, digitalización, biotecnología y economía circular en marcos de gobernanza inclusivos.
La gran pregunta sigue abierta: ¿qué comeremos en 2050? La respuesta dependerá de nuestras decisiones colectivas en las próximas décadas.
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BiodiversidadReferencia: Galanakis, C. M. (2024). The Future of Food. Foods, 13(4), 506. https://doi.org/10.3390/foods13040506