La atmósfera terrestre es un complejo laboratorio natural en el que se llevan a cabo reacciones químicas cruciales para la vida. En este escenario, el radical hidroxilo (OH) desempeña un papel esencial como el “limpiador” de nuestro aire, eliminando la mayoría de los contaminantes, incluyendo el potente gas de efecto invernadero, el metano. Sin embargo, la corta vida y alta variabilidad del OH han convertido su estudio en un reto para los científicos. Recientes investigaciones basadas en mediciones del monóxido de radiocarbono (14CO) en ubicaciones remotas del hemisferio sur – en Nueva Zelanda y en la Antártida – están arrojando luz sobre tendencias que podrían tener importantes implicaciones climáticas y ambientales.
El OH es conocido como el “reactor químico” de la atmósfera. Su alta reactividad le permite eliminar una amplia variedad de compuestos contaminantes, desde emisiones industriales hasta gases producidos naturalmente. Entre estos, el metano ocupa un lugar especial, ya que su eliminación depende casi en su totalidad de reacciones con el OH. A pesar de su importancia, medir directamente la concentración de OH resulta sumamente complejo: su vida efímera y la variabilidad a escalas locales y globales hacen que las mediciones directas sean difíciles de obtener y, sobre todo, de interpretar a gran escala.
Históricamente, los científicos han recurrido a indicadores o trazadores indirectos para inferir la concentración de OH en la atmósfera. Uno de los métodos más comunes ha sido el uso del metilcloroformo (MCF), un compuesto cuya disminución en la atmósfera se asocia con la acción del OH. Sin embargo, la implementación exitosa del Protocolo de Montreal redujo drásticamente las emisiones de MCF, generando incertidumbres en los cálculos y dejando en el aire –literalmente– la pregunta sobre la evolución del OH en las últimas décadas.
Para superar las limitaciones asociadas a los indicadores industriales como el MCF, los investigadores han centrado su atención en el monóxido de radiocarbono (14CO). Este compuesto se forma de manera natural en la atmósfera, producto de la interacción de rayos cósmicos con la estratosfera y la troposfera. La ventaja del 14CO radica en que su fuente está bien definida y su eliminación ocurre casi exclusivamente a través de reacciones con el OH. En otras palabras, cualquier variación en la concentración de 14CO se puede utilizar como un “termómetro” indirecto de la capacidad oxidante de la atmósfera.
Estudios recientes han analizado series de datos de 14CO obtenidos en dos estaciones estratégicamente ubicadas: Baring Head en Nueva Zelanda y Arrival Heights en la Antártida. Estos registros, que se extienden por décadas, han permitido a los científicos detectar una tendencia inquietante: una marcada disminución en la norma de 14CO, lo que implica un aumento de la actividad del OH en estas regiones.
Los resultados de las mediciones son sorprendentes y reveladores. En Nueva Zelanda, los datos muestran una disminución media anual de la norma de 14CO de aproximadamente un 12 ± 2% desde 1997. En la estación antártica, las mediciones durante los meses de diciembre a enero indican una disminución aún más pronunciada, del 43 ± 24%. ¿Qué significa esto? Una reducción en la norma de 14CO sugiere que el OH está eliminando más rápidamente este trazador, lo que se traduce en un aumento de la capacidad oxidante de la atmósfera en estas zonas.
Esta evidencia se alinea con ciertos resultados de modelos de química y clima que han sugerido un incremento global del OH a partir de la década de 1980. Sin embargo, el escenario es complejo. Mientras que algunos estudios basados en indicadores industriales no muestran cambios significativos o incluso sugieren una disminución del OH después de mediados de la década de 2000, los datos del 14CO plantean la posibilidad de un aumento sostenido en la capacidad de oxidación.
La química atmosférica es el resultado de un delicado equilibrio entre múltiples procesos y contaminantes. Las simulaciones de modelos de química y clima han señalado varios factores que podrían estar impulsando el aumento del OH:
Es importante destacar que, aunque modelos como el NIWA-UKCA corroboran la tendencia creciente del OH, existen discrepancias cuantitativas. Por ejemplo, dicho modelo simula solo aproximadamente una cuarta parte de la disminución observada en la norma de 14CO en Baring Head, lo que sugiere que aún debemos perfeccionar nuestras herramientas de modelado para capturar completamente la complejidad del sistema.
Un aumento en la capacidad oxidante de la atmósfera no es un fenómeno sin consecuencias. Dado que el OH actúa como el principal sumidero del metano, un incremento en su actividad implica que se requieren mayores emisiones de metano para mantener el equilibrio atmosférico. Estudios recientes sugieren que, para el periodo 1986-2010, se habría necesitado un aumento de aproximadamente 23 gigatoneladas anuales en las emisiones de metano en comparación con un escenario con niveles de OH constantes. Este dato resulta particularmente relevante si se compara, por ejemplo, con las emisiones procedentes de fuentes naturales como los arrozales.
El hecho de que las mediciones de 14CO indiquen un fortalecimiento de la capacidad oxidante durante décadas recalca la importancia de mantener y ampliar las redes de monitoreo ambiental. Solo con registros a largo plazo es posible detectar tendencias sutiles pero significativas que pueden tener repercusiones importantes en el clima y la calidad del aire.
Aunque los datos actuales ofrecen pistas sólidas sobre un aumento global del OH, la complejidad del sistema atmosférico nos recuerda que la ciencia siempre está en constante revisión. Existen desafíos importantes, como la correcta representación de la baja concentración de NOₓ en las zonas extratropicales del hemisferio sur, y la necesidad de ampliar las mediciones a otras regiones, especialmente en el hemisferio norte, donde la contaminación es más intensa.
La integración de nuevas mediciones de 14CO y el perfeccionamiento de los modelos atmosféricos serán claves para confirmar estas tendencias y comprender en detalle los procesos subyacentes. Una red global de observación que incluya más estaciones, especialmente en áreas poco contaminadas y en el hemisferio norte, podría proporcionar la cobertura necesaria para limitar las incertidumbres y ajustar los presupuestos de contaminantes.
Los recientes estudios basados en datos de 14CO ofrecen una ventana única a la evolución de la capacidad oxidante de la atmósfera. La disminución sostenida en la norma de este trazador en lugares remotos del hemisferio sur indica un incremento en la actividad del radical hidroxilo (OH) a nivel global, a partir de la década de 1980. Este hallazgo tiene profundas implicaciones para nuestro entendimiento del ciclo del metano y, en extensión, para las estrategias de mitigación del cambio climático.
Si bien aún existen discrepancias entre diferentes metodologías y modelos, la evidencia subraya la importancia de continuar y ampliar los esfuerzos de monitoreo ambiental. En un mundo donde los cambios sutiles en la química atmosférica pueden desencadenar efectos en cascada sobre el clima global, cada dato cuenta y cada nueva medición nos acerca un poco más a comprender y enfrentar los desafíos ambientales del siglo XXI.
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ClimaReferencia: Morgenstern, O., Moss, R., Manning, M., Zeng, G., Schaefer, H., Usoskin, I., Turnbull, J., Brailsford, G., Nichol, S., & Bromley, T. (2025). Radiocarbon monoxide indicates increasing atmospheric oxidizing capacity. Nature Communications, 16(1), 249. https://doi.org/10.1038/s41467-024-55603-1