La historia de la agricultura en la Amazonia es mucho más compleja de lo que se pensaba. En el corazón de los Llanos de Moxos, una región caracterizada por sus extensas sabanas inundables, la cultura precolombina Casarabe desarrolló un sistema agrícola innovador que desafió las suposiciones sobre la viabilidad del monocultivo en estos ecosistemas. A través de una ingeniosa combinación de canales de drenaje y estanques agrícolas, lograron transformar un paisaje desafiante en un entorno altamente productivo, permitiendo la cosecha intensiva de maíz sin comprometer la biodiversidad forestal circundante.
El sistema agrícola de la cultura Casarabe consistía en dos elementos principales: canales de drenaje y estanques agrícolas. Los primeros convertían los humedales estacionales en terrenos drenados, ideales para el monocultivo intensivo de maíz durante la estación húmeda. Mientras tanto, los estanques agrícolas actuaban como reservorios de agua, permitiendo el riego controlado mediante el uso de macetas, lo que extendía la producción de maíz a la estación seca. Esta combinación de técnicas garantizaba al menos dos cosechas de maíz al año, una estrategia que desmiente la idea de que las sabanas amazónicas solo son aptas para la ganadería o el cultivo de arroz.
Uno de los aspectos más revolucionarios del sistema Casarabe es que no recurría a la agricultura de tala y quema, una práctica común en otras partes de la región. En cambio, la cultura Casarabe mantuvo la cobertura forestal intacta, lo que indica una gestión sostenible de los recursos naturales. Los bosques circundantes fueron preservados para proporcionar materiales de construcción, leña, plantas medicinales y potencialmente sostener prácticas agroforestales de policultivo.
Estudios paleoecológicos han confirmado que la cobertura forestal de la región no sufrió cambios drásticos durante la ocupación de la cultura Casarabe, lo que sugiere una coexistencia armoniosa entre su sistema agrícola y el ecosistema amazónico. Esta estrategia contrasta con modelos agrícolas posteriores que llevaron a la deforestación masiva en otras partes del mundo.
El desarrollo de esta infraestructura agrícola no solo mejoró la seguridad alimentaria, sino que también permitió la consolidación de una sociedad compleja con una estructura política bien organizada. Se han identificado al menos siete montículos monumentales en torno a la red de drenaje y cinco más en la sabana donde se localizaban los estanques agrícolas, lo que sugiere una planificación territorial jerárquica y un alto grado de coordinación comunitaria.
El análisis de los restos botánicos y arqueológicos encontrados en estos montículos revela la presencia de una amplia variedad de cultivos, incluyendo mandioca, calabaza, maní, algodón, ñame y diversas palmas. Sin embargo, el predominio de restos de maíz sugiere que este cereal fue la base de su economía agrícola. Esta dependencia del maíz es comparable con otras civilizaciones avanzadas de las Américas, como los mayas y los incas, donde la agricultura de granos desempeñó un papel crucial en el desarrollo social y político.
Los hallazgos relacionados con la cultura Casarabe desafían la narrativa convencional sobre la Amazonia como una región inhóspita para la agricultura intensiva. Su sistema de producción de alimentos no solo maximizó el rendimiento del maíz en un entorno complejo, sino que también proporcionó un modelo de gestión sostenible que evitó la degradación ambiental.
Estos descubrimientos también invitan a reconsiderar el papel de la agricultura de granos en el desarrollo de las sociedades precolombinas. Aunque se ha argumentado que el maíz fue un pilar fundamental de la complejidad social en las Américas, el caso Casarabe refuerza la idea de que el monocultivo intensivo pudo haberse desarrollado en una variedad de entornos, desafiando la idea de que la Amazonia era una región marginal para la agricultura avanzada.
El sistema agrícola de la cultura Casarabe representa una revolución verde precolombina que transformó las sabanas inundables en paisajes productivos sin comprometer la biodiversidad. Su modelo de gestión del agua y conservación forestal ofrece lecciones valiosas en un mundo donde la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental son más urgentes que nunca.
Redescubrir y aprender de estas estrategias precolombinas podría inspirar nuevas soluciones para la agricultura moderna, especialmente en regiones vulnerables al cambio climático y la degradación de suelos. La cultura Casarabe nos recuerda que la innovación y la sostenibilidad no son conceptos modernos, sino legados de civilizaciones que supieron convivir con la naturaleza de manera armoniosa y eficiente.
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HistoriaReferencia: Lombardo, U., Hilbert, L., Bentley, M., Bronk Ramsey, C., Dudgeon, K., Gaitan-Roca, A., Iriarte, J., Mejía Ramón, A. G., Quezada, S., Raczka, M., Watling, J. G., Neves, E., & Mayle, F. (2025). Maize monoculture supported pre-Columbian urbanism in southwestern Amazonia. Nature. https://doi.org/10.1038/s41586-024-08473-y