La Amazonía, el pulmón verde del planeta, no solo alberga el 10% de la biodiversidad mundial, sino que almacena el equivalente a 10 años de emisiones globales de carbono. Sin embargo, su acelerada degradación por la deforestación, los incendios y la minería ilegal ha convertido a este bioma en un símbolo de la urgencia ecológica. Un estudio reciente en la Amazonía colombiana revela cómo los bosques secundarios —aquellos que resurgen tras la perturbación humana— podrían ser la pieza faltante en el rompecabezas de la restauración global. Pero su éxito depende de estrategias adaptadas a cada paisaje, desde las colinas hasta las montañas.
La Amazonía colombiana ha perdido cerca del 20% de su cobertura forestal original en las últimas décadas. La conversión de bosques en pastizales para ganadería, junto con cultivos ilícitos y actividades extractivas, ha creado un "ciclo degradativo" mortal: el 70% de los bosques secundarios que intentan regenerarse son talados nuevamente antes de cumplir cinco años. Este fenómeno, documentado en el estudio, no solo reduce la biodiversidad, sino que socava la capacidad de estos ecosistemas para recuperar su rol como sumideros de carbono.
Los bosques secundarios hoy cubren el 4,1% de la Amazonía, pero su futuro pende de un hilo. "Sin intervención, estos bosques están condenados a un colapso funcional", advierte la investigación. La clave para romper este ciclo, según los científicos, radica en entender cómo factores como la topografía, el suelo y la edad del bosque influyen en su recuperación.
El estudio comparó durante cuatro décadas la recuperación de la biomasa aérea (AGB) —un indicador crítico del carbono almacenado— en dos paisajes: montañas y colinas. Los resultados son reveladores:
"La topografía es un director de orquesta invisible: define cuándo y cómo los bosques se recuperan", explica el estudio. Mientras en las montañas basta con proteger la regeneración natural, en las colinas se requiere una intervención activa para evitar que el suelo degrade el progreso.
El tiempo emerge como el aliado más poderoso. A medida que los bosques envejecen, no solo acumulan carbono, sino que su estructura se complejiza: el diámetro de los árboles (DBH) y el área basal (BA) aumentan, mientras especies de madera densa —más eficientes para almacenar carbono— reemplazan a las pioneras. Por ejemplo, en bosques maduros (40+ años), la diversidad de árboles se cuadruplica, pasando de 28 a 115 especies por parcela.
Pero hay un desafío oculto: el suelo. Aunque su calidad mejora con el tiempo —aumenta la materia orgánica y los nutrientes—, la acidificación y la saturación de aluminio en etapas avanzadas podrían limitar la recuperación a largo plazo, especialmente en colinas. "Es un equilibrio delicado: el mismo proceso que permite acumular carbono acidifica el suelo", señala el informe.
Estrategias adaptativas: del laboratorio a la selva
El estudio propone un enfoque de "restauración por capas", ajustado a cada etapa sucesional y paisaje:
Para las montañas, la regeneración natural asistida (RNA) —eliminar barreras como plantas invasoras— es suficiente. En colinas, se requiere un "enriquecimiento" activo con especies nativas.
La investigación trasciende lo ecológico: se enmarca en la Gestión Territorial Transformadora (GTT), una estrategia que Colombia impulsa desde 2024 para restaurar 735,000 hectáreas al 2026. La meta no es solo cumplir con el Desafío de Bonn —350 millones de hectáreas restauradas globalmente al 2030—, sino tejer una red de corredores biológicos entre la Amazonía y los Andes.
"Los bosques secundarios son los nodos de esta red", subraya el estudio. Su capacidad para recuperar el 60% del carbono de un bosque maduro en cuatro décadas los convierte en aliados contra el cambio climático. Pero el éxito depende de políticas que integren a comunidades locales, combatan la minería ilegal y promuevan economías sostenibles.
La restauración no es un acto romántico de reforestación; es una ciencia de precisión. Este estudio demuestra que salvar la Amazonía exige entender sus matices: no es lo mismo un bosque en una colina que en una montaña, ni uno de 10 años que uno de 40. La clave está en intervenciones inteligentes, basadas en datos y adaptadas a cada paisaje.
Mientras líderes globales debaten metas climáticas, los bosques secundarios de Colombia ofrecen una lección urgente: la regeneración natural, asistida por conocimiento científico y voluntad política, puede ser nuestra última oportunidad para revertir la crisis climática. Como concluye el informe: "Cada hectárea restaurada no es solo un triunfo ecológico; es un acto de resistencia contra la extinción".
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BiodiversidadReferencia: Rodríguez-León, C. H., Sterling, A., Trujillo-Briñez, A., Suárez-Córdoba, Y. D., & Roa-Fuentes, L. L. (2025). Forest attribute dynamics in secondary forests: Insights for advancing ecological restoration and Transformative Territorial Management in the Amazon. Diversity, 17(1), 39. https://doi.org/10.3390/d17010039